OTRA DESNUDEZ APÓCRIFA: DAVID

En la vida de David hay dos episodios que han atraído especialmente el interés de los artistas. Uno es el de su desigual, y sin embargo victorioso, combate con Goliat (Libro primero de Samuel, 17) y el otro el de su pasión adúltera y criminal por Bethsabé, y más en particular, por el episodio en que mientras ella se baña él la ve y empieza a desear la mujer de su prójimo (Libro segundo de Samuel, 11).

Aunque en la Biblia no se alude jamás a la desnudez de David -solo se dice (1 Sam 16, 12), que "era rubio, de hermosos ojos y grato aspecto", "diestro en tañer [la cítara], valiente, guerreador, perito en el decir y de gallarda figura" (1 Sam 16, 18), "rubio, de lindo aspecto" (1 Sam 17, 42) y que, incómodo con la armadura, el yelmo de bronce y la espada que Saúl le pone para que luche con Goliat, se despoja de todo ello para coger su cayado de pastor, su honda y cinco piedras que echa en su morral (1 Sam 17, 38-40)-, conviene tener presente que en el Renacimiento, por una parte, se empieza a valorar al hombre -y al cuerpo humano- como un valor en sí mismo, portador de belleza, y por otra se rinde culto al mundo clásico, y dentro de él, a la escultura, de tal forma que los artistas tratarán de emular la belleza de las estatuas griegas y romanas y darles como una réplica que esté a su mismo nivel. Así pues, David, el David que se enfrenta a Goliat se representa a veces -y también en alguna ocasión en la pintura- según la falsilla de los febos o apolos griegos y romanos. Esos modelos seguirán vigentes en gran medida del siglo XVII en adelante: