VOLTAIRE HABLA SOBRE LA DESNUDEZ
"¿Por
qué se ha de encerrar en la cárcel a un hombre o una mujer que anduviesen
desnudos por las calles? ¿Y por qué nadie se escandaliza de las estatuas absolutamente
desnudas, de las pinturas de Magdalena y
de Jesús que se ven en algunas iglesias?
Es verosímil que el género humano ha vivido mucho tiempo sin estar vestido.
Se han encontrado en más de una isla
y en el continente de América pueblos que no conocían la ropa.
Los más refinados tapaban los
órganos de la generación con hojas, juncos entrelazados, plumas.
¿De dónde viene esta clase de pudor?
¿Era el instinto de encender los deseos velando lo que se deseaba descubrir?
¿Es cierto que en las naciones algo más
civilizadas, como los judíos o semi-judíos, ha habido algunas sectas que sólo
han querido adorar a Dios despojándose de todos sus vestidos? Tales han sido,
se dice, los adamitas y los abelianos. Se reunían completamente desnudos para
cantar las alabanzas de Dios. San Epifanio y San Agustín lo dicen. Es verdad es
que no eran contemporáneos de ellos y que estaban muy lejos de aquellos
países. Pero al fin y al cabo esa locura es posible; ni siquiera es más
extraordinaria, más loca que otras cien locuras que han dado la vuelta al mundo una tras otra.
Hemos visto en el artículo 'Emblema' que hoy mismo todavía los mahometanos tienen santos que están locos y que van desnudos como monos. Es muy posible que algunos energúmenos hayan creído que es preferible presentarse ante la Divinidad en el estado en el que ella nos ha formado que con el disfraz inventado por los hombres. Es posible que lo hayan mostrado todo por devoción. Hay tan poca gente bien hecha en los dos sexos que la desnudez podría inspirar la castidad, o más bien el disgusto, en lugar de aumentar los deseos.
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Se dice sobre todo que los abelianos renunciaban al matrimonio. Si había entre ellos muchachos apuestos y chicas bonitas eran cuando menos comparables a san Adelmo y al bienaventurado Robert d’Arbrisselle, que se acostaban con la gente más guapa para hacer que triunfase mejor su continencia.
Confieso, sin embargo, que hubiera sido divertido ver a un centenar de Helenas y de Paris cantar las antífonas, darse el ósculo de paz y celebrar los ágapes.
Todo esto demuestra que no hay singularidad, extravagancia ni superstición que no haya pasado por la cabeza de los hombres. Felices cuando esas supersticiones no perturban la sociedad y no producen una escena de discordia, de odio y de furor. Vale más sin duda alguna rezar a Dios completamente desnudo que hacer correr sangre humana en los altares y las plazas públicas".
Ilustraciones:
1.-"Fiesta de la bebida" de los indios coroados, Serra da Estrela, Petrópolis (Brasil), E. Mayer, litografía (1820-1823). 2.-Indios purís capturados por esclavistas, Johann Baptist Ritter von Spixe-Carl Friedrich Philipp von Martius, Viagem pelo Brasil (1817-1820). 3.-Santones hindúes sadhus naga en el Ganges.
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