LA DESNUDEZ EN EL "EVANGELIO DE TOMÁS"

       Uno de los evangelios apócrifos, es decir, no admitidos en el canon del Nuevo Testamento, es el conocido como Evangelio de Tomás, o Evangelio copto de Tomás, cuyo manuscrito, que se fecha en torno al año 340 de la Era Cristiana, fue descubierto en Nag Hammadi, cerca de Luxor (Egipto), en 1945, dentro del Códice II del grupo de manuscritos sobre papiro del conjunto llamado "Biblioteca de Nag Hamamdi", que estaba encerrado en una vasija de barro sellada oculta en el interior de una gruta. Se conserva en el Museo Copto de El Cairo.
           Sobre la fecha de su redacción hay grandes discrepancias, pues, mientras algunos estudiosos la sitúan ya en el año 60, otros la retrasan hasta el 200. Se supone que fue escrito en Siria, y se considera que su autor no es el apóstol Tomás.
             Algunos fragmentos del texto coinciden con los de un papiro griego encontrado el año 1897 en Oxirrinco, que se ha fechado entre los años 130 y 250, hoy en el Museo Británico. 
             El Evangelio de Tomás, a diferencia de los evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), que combinan la transcripción de las palabras de Cristo con el relato de sus actos, carece de elementos narrativos y se limita a recoger 114 sentencias o respuestas atribuidas a Jesús.
               La que quisiera reproducir ahora, por su relación con las materias de este blog, es la que lleva el número 37:



               "Sus discípulos dijeron: ‘¿Cuándo te manifestarás a nosotros y cuándo te veremos?’.
             Jesús dijo: ‘Cuando no tengáis vergüenza y os quitéis vuestros vestidos y los pongáis bajo vuestros pies para pisar sobre ellos, como hacen los niños, entonces veréis al Hijo del Viviente y no temeréis'".


             Este pasaje, que cabría relacionar con la sexta de las Bienaventuranzas que recoge san Mateo: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a  Dios" (Mt 5, 8) y también con Mt 18, 2-3 ("Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: 'En verdad os digo que si no os hacéis otra vez como niños, no entraréis en el reino de los cielos'"), puede entenderse en varios sentidos, me parece. Máxime cuando, al no formar parte de un texto canónico, el Magisterio de la Iglesia no ha dicho nada sobre él. 
            Puesto a interpretarlo, y salvo mejor opinión, se me ocurre que lo quiere decirnos es que la visión de Dios, o sea, la Bienaventuranza, se alcanza cuando -con la ayuda de la Gracia, que es un don gratuito, pero también con la oración y el autocontrol- uno llega a dominar la pasión sexual; no la concupiscencia, que, como consecuencia del Pecado Original, está y estará siempre inextricablemente unida a la naturaleza humana, sino la pasión sexual, es decir la lujuria.
            A mi entender, una persona no dominada por la lujuria está en buenas condiciones para des-sexualizar la desnudez, verla con pureza de corazón y armonizarla serenamente con el pudor y la Castidad. Y, por otra parte, creo también -y lo he experimentado personalmente- que la práctica del naturismo razonable puede ayudar en gran medida a lograr esa des-sexualización y la paz espiritual que de deriva de ella.

   



Comentarios

  1. No conocía nada de este apócrifo, y no le doy mucha importancia, pero me parecen muy interesantes sus reflexiones a partir de él, que conectan con lo que intuyo sobre el nudismo: que puede ser un medio eficaz para una des-sexualización de la desnudez sin contradicción con la virtud del pudor. No obstante, no sé si le comprendo bien, ¿quieres usted decir que siempre estaremos expuestos a la concupiscencia y por tanto a volver a caer en el pecado de la lujuria?, ¿o esa concupiscencia puede no llevarnos a la lujuria sino solamente a una cierta complacencia en la observación de la desnudez, como un disfrute estético o una sensación moral de satisfacción por la confianza en el compartir la intimidad del cuerpo con otros? Me gustaría conocer más en profundidad su reflexión sobre estas cuestiones, o disculpe si quizá lo que me falta es releer más despacio alguna de sus entradas anteriores. Muchas gracias.

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  2. La concupiscencia, es decir, la inclinación al pecado ("fomes peccati"), está inserta en la naturaleza humana desde la Caída de Adán y Eva. Siempre estaremos atados a ella. Según dice el "Catecismo de la Iglesia Católica" de S. Juan Pablo II (número 405), "El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual".
    Pero en el número 1264 se añade que "no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo". Y el 2517 dice que la lucha contra ella, que en si misma no es un pecado sino una propensión al pecado, "pasa por la purificación del corazón", porque es del corazón de donde "salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt 15, 19).
    Lo que yo quería decir es que con pureza de corazón la desnudez no es impúdica. Recuerde lo que sostiene Monseñor Bruguès en su "Dictionnaire de Morale catholique": “El naturismo, una práctica adoptada más entre los pueblos anglosajones y escandinavos que entre los latinos, supone que la desnudez facilita una relación más natural con nuestro cuerpo; el naturismo busca una armonía con la naturaleza que nos rodea. Si se acompaña de la inocencia de la mirada y de la modestia de la actitud, en una palabra, del pudor, no suscita particulares objeciones morales”.
    Quizás encuentre alguna idea aprovechable en relación con sus preguntas en la entrada que titulé "Ver, mirar y mirar".

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    1. Muy amable por emplear su tiempo en responderme. Como me sugiere, buscaré y leeré esa entrada a la que hecho referencia. Muchísimas gracias.

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