BIBLIOGRAFÍA CATÓLICA SOBRE EL NUDISMO (I)

          A lo largo del tiempo se han publicado, en diversos países y lenguas, bastantes libros sobre el nudismo; varios de ellos con un enfoque cristiano-protestante; muy pocos con un sustrato moral y teológico de signo católico.  
           Voy a citar y reseñar algunos que conozco (que posiblemente no sean todos los existentes), por si esto puede serle de utilidad a algún lector de este blog. Debo advertir que, lamentablemente, ninguno de los que voy a mencionar puede leerse en español. 


          1.- Docteur Fougerat de David de Lastours, Morale et nudité, Collection de la Ligue "Vivre", Paris, 1929, 34 páginas.
          El médico francés François-Antoine-Jean Baptiste Fougerat de David de Lastours (1896-1976), al que los ataques con gases causaron daños serios durante la Gran Guerra, recuperó la salud gracias a la exposición al sol. Desde entonces se dedicó al estudio y la difusión de la helioterapia, que sería el tema de su tesis de doctorado en 1925. Ese mismo año fundó el Club Gymnique de France, desde el cual promovió la revista naturista Vivre Intégralement (abreviadamente, Vivre). En representación del club, en 1949 se incorporó a la incipiente Federación Francesa de Naturismo en calidad de administrador.
         Este folleto recoge el texto de una conferencia de 1929 titulada "La introducción al estudio de la insolación" y un ensayo sobre "Moral y desnudez" publicado en Vivre el año 1927, precedidos de una "Advertencia del autor". 
         La conferencia, de tono muy apasionado, es esencialmente, en lo positivo, una defensa del valor terapéutico de la helioterapia, para la que trata de ganar adeptos. El autor hace un recuento del número creciente de publicaciones relativas a la cura por el sol que van apareciendo en diversas lenguas a partir del siglo XVIII. Pero, como la helioterapia debe ir asociada a cierto grado de desnudez, su difusión choca con los prejuicios del siglo XIX. Sigue una crítica a quienes, desde la Reforma, recuperando la concepción dualista y maniquea del hombre y el consecuente menosprecio del cuerpo, consideraban inmoral el estado de desnudez. El calvinismo y la Iglesia católica contribuyeron a que el pudor se convirtiese en pudibundez. Por otra parte, la introducción en Europa de las enfermedades venéreas después del descubrimiento de América desencadenó la creencia de que la acción del sol sobre el cuerpo desnudo podía causar la muerte a los enfermos de aquellas dolencias. Así se explica la general oposición a la helioterapia durante la última década del siglo XIX y los primeros años del XX. Contra esa oposición, apoyada en argumentos pseudocientíficos, se manifiestan Finsen en Escandinavia, la Escuela de Lyon en Francia, Rollier en Suiza y otros médicos. El tratamiento helioterápico mostró su eficacia en muchos heridos de la I Guerra Mundial. Así las cosas, en los años 20 la cura por el sol podía considerarse definitivamente vindicada. Las objeciones parecían desaparecidas, y se abrieron clubes y establecimientos de todo tipo dedicados a la helioterapia, donde los pacientes estaban generalmente semidesnudos. Pero los "modernos jansenistas" no cesan en su empeño, y logran la prohibición de los torsos masculinos desnudos en aquellos centros, o incluso el cierre de algunos de ellos. Aunque los argumentos "científicos" esgrimidos por los detractores de la heliosis son rebatidos por los especialistas, entre la gente común se siguen sosteniendo que el sol provoca cáncer. Personalidades ilustres como Léon Daudet o el obispo de Nantes se suman a la campaña antisolar. El Doctor Fougerat reconoce que en personas predispuestas la exposición al sol puede causar un cáncer, pero recoge y comenta estadísticas que muestran que no hay relación directa entre el cáncer y el sol. Según le comunicó personalmente el Doctor Hansen, discípulo de Finsen que introdujo en los países escandinavos la gimnasia "en el sentido griego y literal de la palabra", la helioterapia ha dado resultados muy satisfactorios en el tratamiento de la tuberculosis. El autor ofrece datos estadísticos al respecto para concluir: "La mortalidad por cáncer disminuye gracias a la heliosis". En definitiva, la helioterapia es beneficiosa y debe divulgarse.
           Si en esa conferencia el enfoque era primordialmente médico, en el artículo que paso a glosar ahora el punto de vista es, en lo esencial, antropológico, histórico y moral. Parte el Doctor de una creencia muy extendida desde la Reforma: que la desnudez es inmoral. Los grandes descubrimientos de 1492 en adelante cuestionaban seriamente aquella opinión, pero las cosas no cambiaron, e incluso fueron agravadas por el jansenismo. Se proclama que la desnudez es un estado "monstruoso, anormal, contra natura". Se la condena y se la persigue, a despecho de las sanas costumbres higiénicas de la Edad Media. Con la falta de higiene la raza va degenerando, cayendo en un desequilibrio que acabará siendo "neurosis revolucionaria". La idea de que el hombre llega al mundo impuro porque nace desnudo da pie a lo que el autor llama "proselitismo vestimentario", una obsesión por cubrir la desnudez que -sostiene el Doctor- continúa vigente. Y refiere el caso de un fotógrafo que para retratar a unos indígenas que vivían completamente desnudos, les hacía cubrir los genitales con alguna hoja, a fin de no escandalizar a los europeos que después viesen sus fotografías. Una joven hechicera de aquella tribu, en vista de que los visitantes exigían aquel atuendo, entendió que deseaban presenciar una exhibición de Ha-Ha-Ké, una danza erótica en la que las mujeres, cubiertas para la ocasión con una faldilla vegetal, se contorsionan para despertar el interés sexual de los hombres. Esto, a juicio de Fougerat de David de Lastours, confirmaba la teoría de Grosse de que el origen del vestido no está en el pudor, sino en el propósito de atraer la atención sobre los genitales. Cita también a Brough Smith, según cuyo testimonio las aborígenes australianas, que están habitualmente desnudas, sólo se ponen un cinturón de plumas cuando van a entregarse a bailes obscenos. El folleto que estoy comentando incluye varias fotos donde unos nativos de Dakar aparecen con sus zonas genitales cubiertas con un trozo de cuero o un manojo de hojas... que el fotógrafo acababa de colocarles para evitar el impudor de la imagen... y de los que los indígenas, para no faltar al pudor, se despojaron acto seguido. Esa pudibundez moderna puede superarse fácilmente, como demuestran los alemanes. Aunque en 1914-1918 habían sido los enemigos de su patria, el Doctor admira su normalización de la desnudez, semejante a la de los antiguos griegos (a la que dedica varios párrafos muy fervientes). El siglo XX está muy lejos de aquella cultura, en la que se vivía de forma natural y serena la armonía de cuerpo y espíritu. Prevalece el dualismo "espiritualista" surgido en Persia y Asiria, trasladado a la mística órfica griega y al platonismo, y finalmente propagado por protestantes y calvinistas, contagiado a la Iglesia católica y exacerbado por los jansenistas. "El amor a la belleza del cuerpo y de la desnudez casta será patrimonio exclusivo de una pequeña elite de espíritus superiores ferozmente combatidos por aquellos, hipócritas en la mayor parte de los casos, que con Heródoto llamaremos con toda justicia LOS BÁRBAROS". No es razonable asociar impudor y desnudez. "Por sí misma  la desnudez es indiferente, y no debiera ser inmoral". No hay, en definitiva, razones morales para desdeñar la helioterapia nudista.
             No conozco otro trabajo del mismo autor titulado L'Homme et la Lumière, resultado de su tesis, dedicado también a lo que el Doctor Fougerat de David de Lastours llamaba la "insolación".

   

         2.- Peter Kraus-Friedrich E. Freiherr von Gagern, Mit offenen Augen sich sehen. Erziehungshilfe zum natürlichen Menschen, Rex Verlag, München, 1969. (No conozco la versión original en alemán, sino la traducción italiana: Guardarsi a occhi aperti. Il nudo nell'educazione, Edizioni Paoline, Francavilla al Mare, 1971, 183 páginas).
          No se trata de una obra escrita en colaboración por los dos autores, sino de la edición en uno solo volumen de sendos trabajos individuales. El que firma Peter Kraus, médico, versa sobre la "Nudità ragionevole", la "desnudez razonable", y se divide en ocho capítulos. El primero de ellos expone cómo la desnudez no ha tenido siempre la consideración negativa de los últimos tiempos: fue la Edad Moderna la que la introdujo; en primer lugar, por la influencia que las antiguas doctrinas dualistas ejercieron sobre la Iglesia, que asumió y difundió la dicotomía alma (bien)/cuerpo (mal); en segundo lugar, por los cambios ideológicos que supuso el Renacimiento, al erradicar la visión positiva de la Cristiandad Medieval para convertir al cuerpo en objeto de observación distanciada y especulación  intelectual y excluir de las representaciones artísticas los cuerpos no perfectos; y, finalmente, por el abandono de las tradiciones de la higiene medieval -de la costumbre del baño principalmente-. A partir de aquellas fechas la pudibundez, potenciada por la mentalidad burguesa, se extendió por todo el mundo occidental. Con el siglo XX aparecen en el horizonte síntomas de una nueva actitud: se presta mayor atención a la salud, el ejercicio físico y la higiene; el psicoanálisis descubre aspectos insospechados de la sexualidad; la progresiva emancipación de la mujer la lleva a descubrir nuevas perspectivas en el amor y el sexo. El autor termina este primer capítulo subrayando el papel fundamental que está reservado a la familia en el desarrollo de esas nuevas posiciones.
           El que sigue, dedicado al cuerpo sexuado y el Cristianismo, comienza recordando  que, en ocasiones, ideas surgidas fuera o incluso en contra de la praxis de la Iglesia han acabado siendo asimiladas por ella e integradas en la concepción cristiana de la realidad. "Por eso la afirmación de que desnudez razonable y pensamiento cristiano son dos cosas compatibles no debería asombrar ni escandalizar ni a los cristianos ni a los ateos". La actual superación de la dicotomía cuerpo/espíritu y del subsiguiente tabú de la desnudez encuentra su mejor encuadre en la visión totalizadora del hombre que el Cristianismo propone. El dualismo cuerpo/espíritu suele, en la práctica, acompañarse del dualismo órganos sexuales innobles/resto del cuerpo noble, aunque en rigor no es que el cuerpo esté provisto de unos órganos sexuales, sino que es en su integridad un "cuerpo sexuado". La Ciencia actual muestra que el sexo de una persona no está determinado únicamente por los genitales: puede detectarse con el examen de otros órganos o partes del cuerpo. Por consiguiente, la sexualidad no debe considerarse por separado con respecto a la totalidad del ser humano. El hombre es un todo. Por esto -afirma Kraus- "la salvación cristiana es esencialmente una salvación física [...] La diferencia esencial entre el Cristianismo y las otras religiones reside precisamente en esta total e inmutable inclusión del cuerpo humano en el evento salvífico". Esto, que queda meridianamente claro en la Biblia -Antiguo y Nuevo Testamento- y que es doctrina defendida la Iglesia en el plano teórico, en la praxis eclesiástica ha sido sin embargo ignorado, a causa de las influencias perniciosas del dualismo platónico y de ciertos planteamientos de los Padres de la Iglesia y la escolástica; de tal forma que en la pastoral católica han persistido hasta nuestros días, lamentablemente, el dualismo y el "espiritualismo".
            En el tercer capítulo el Doctor Kraus sostiene que una buena educación implica una buena conciencia del cuerpo, con el rechazo de la idea de que en él hay partes honestas y partes deshonestas, y por ello recomienda la práctica ocasional de la desnudez en el ámbito de la familia -eso es lo que entiende por "desnudez razonable"-, aunque, por otro lado, se manifiesta contrario al nudismo, que propugna la desnudez en todas las circunstancias. "No es la ropa lo que debe condenarse, como querría el nudismo, sino la dependencia moral de la ropa". (Sobre este punto se volverá más adelante). Y, por supuesto, censura la comercialización del desnudo. 
          Lo que va a continuación son unas reflexiones sobre la sensualidad -que el autor distingue cuidadosamente de la sexualidad- y el placer de los sentidos. Puesto que los órganos sensoriales del hombre son obra de Dios, su actividad no puede considerarse pecaminosa. La alegría y el placer sensibles no son, por tanto, culpas, sino valores del ser humano. Este cuarto capítulo concluye con unas páginas sobre la aspiración instintiva de la especie humana a la belleza.
          El 5 trata de la desnudez y el sentido del pudor. "El pudor es siempre -afirma Kraus- una defensa de la dignidad personal y se manifiesta cuando ésta está en peligro". Ahora bien: conviene distinguir el pudor natural del pudor adquirido, o cultural, que es relativo y depende de las costumbres. Parte importante del pudor natural es el pudor sexual, común a toda la especie humana; pero el pudor de la desnudez es, salvo en circunstancias especiales, de orden cultural, y está profundamente arraigado en nuestra sociedad. 
            El siguiente capítulo se refiere a la práctica de la "desnudez razonable". Es necesario desprenderse de ese pudor cultural que considera negativamente el desnudo y practicar la "desnudez razonable", es decir la que, "partiendo de una situación objetiva, resulta más útil que cualquier tipo de vestido". Situaciones objetivas que requieren la desnudez son los cuidados de higiene (baño), el saludable ejercicio físico (gimnasia, natación), tomar el sol, dormir, etc.; cosas que, realizadas en el ámbito de la familia, manifiestan y promueven la sinceridad y la confianza entre sus miembros. Pero también -asegura el Doctor- esa "desnudez razonable" puede darse sin inconvenientes en marcos más amplios que el de la familia, como ha demostrado el nudismo. Y pasa a examinar el fenómeno del nudismo, ahora valorándolo positivamente y defendiéndolo de las objeciones tradicionales. (Esto me hace pensar que la opinión desfavorable expresada en el capítulo 3 debía entenderse referida, más que al nudismo en sí, a ciertas formas "fundamentalistas" de él). Las últimas páginas del capítulo señalan la desconexión de desnudez y sexualidad y reflexionan sobre las causas y las funciones del vestido. "Los etnólogos relatan que generalmente la moralidad sexual disminuye en la medida en que aumenta la ropa".
            El capítulo 7 se ocupa de la educación sexual; más que por un interés directo en el asunto, porque la práctica de la "desnudez razonable", como dice el autor, "abre también en este campo nuevas y mejores posibilidades". La educación para el amor y el matrimonio ha de incluir la educación de la sexualidad, y de ella son parte esencial los conocimientos anatómicos. Frente a la pedagogía puramente teórica habitual en ese campo, la "desnudez razonable" en el marco familiar resulta muy ventajosa: contribuyendo a desconectar de un modo muy natural las ideas de desnudez y estímulo sexual, ayuda a los niños y adolescentes a entender que el amor, más que mera atracción física, es algo que se dirige a la totalidad de la persona, y, por otra parte, la costumbre de la desnudez los libera de obsesiones insanas.
           El último capítulo del ensayo, que es el octavo, se centra en las relaciones entre la desnudez y la virtud de la castidad. La castidad -sostiene el autor- es importante en la vida del cristiano; la "desnudez razonable", tal como este libro la presenta, se basa precisamente en las concepciones antropológicas cristianas. Por consiguiente, no es disparatado aspirar a que castidad y desnudez coexistan, o a que "al menos, la plena aceptación del cuerpo no haga más difícil la educacion en la castidad". Esa aspiración, sin embargo, tropieza con dificultades derivadas del hecho de que, mientras suele entenderse la castidad como renuncia, algo de sentido negativo, la "desnudez razonable" expresa una adhesión positiva, afirmativa, a la corporalidad como parte esencial de la totalidad del ser humano. Es, en efecto, un error muy extendido el de entender la castidad como simple abstinencia; un error que Kraus atribuye al peso del ideal monástico, que en tiempos pasados hizo creer a muchos que el apartamiento del mundo y la renuncia a lo carnal eran el único camino hacia la perfección cristiana. En la sociedad actual se impone una concepción distinta, positiva, de la castidad: uso ordenado de la sexualidad; y la "desnudez razonable" puede ser una valiosa ayuda para ese uso ordenado, que evitará muchas complicaciones a las personas jóvenes -especialmente a las mujeres- que inician su vida matrimonial y a los varones que se preparan para el sacerdocio. Si a los futuros ministros del Señor, para hacerles más fácil vivir el el celibato, se les oculta la realidad del cuerpo, lo que al fin se consigue es aumentar su interés por esa realidad, hacer que la sobrevaloren y, a la larga, provocarles tensiones, obsesiones y conflictos insanos. La conclusión de esta parte, que es también la idea medular de todo el texto, es que es muy conveniente acostumbrarse a estar desnudos en ciertos momentos, especialmente en el seno de la familia.


         La contribución -más breve- del psicólogo Friedrich E. Freiherr von Gagern, titulada "Vergognati! Sei nudo!" ("¡Avergüénzate! ¡Estás desnudo!"), consta de dos capítulos: "Conseguenze dell'educazione sessuale cristiana" y "Esercizio pratico della nudità". El primero parte de la constatación de un error pedagógico muy generalizado: el de, a resultas de la concepción dualista del ser humano, educar a los niños en el horror a la desnudez y, sobre todo, a los órganos genitales. Se les enseña que el cuerpo desnudo es algo vergonzoso, algo malo, que se debe ocultar; y, con las mejores intenciones, se promueve una falsa ascética, consistente en castigar, mortificar el cuerpo. Con todo esto se va provocando en el niño una curiosidad por lo escondido y prohibido que a la larga puede llegar a tener consecuencias muy negativas para él. El cuerpo, sostiene el autor, no es algo exterior y ajeno a la persona, sino parte esencial de ella; no algo que se tiene, sino algo que se es.
           El otro capítulo propone a los padres que han de educar a sus hijos una serie de prácticas encaminadas a superar las malas actitudes tradicionales y alcanzar una sana relación con el propio cuerpo, paso previo a una correcta actuación como formadores de los niños: acostumbrarse a estar desnudo en el hogar, dormir sin ropa, familiarizarse con el propio cuerpo -que no es impuro, sino obra de Dios, que "vio que era bueno"- sin confundir eso con la masturbación, mirarse en el espejo para aceptarse y valorarse como cada uno es y, en definitiva, aprender a concebir a la persona humana como una totalidad unitaria que merece aprecio y gratitud.

 

     

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