¿ES BUENO, MALO O INDIFERENTE QUE LOS NIÑOS VEAN A SUS PADRES DESNUDOS?

      Muchas personas, naturistas o no, nos hemos preguntado alguna vez si es bueno, malo o indiferente que nuestros hijos nos vean desnudos (y me apresuraré a aclarar, antes de que algún maníaco del "progresismo" se rasgue las vestiduras, que con el término hijos abarco, de acuerdo con la Gramática de la lengua española, tanto a los vástagos del sexo femenino como a los del masculino).
     Dentro de esas "muchas personas" no están, desde luego, los nativos de las diversas culturas originarias de Asia, África, América y Oceanía que desconocen el vestido. En esos pueblos, padres e hijos conviven en permanente estado de desnudez, junto a sus parientes y vecinos, sin que ello suponga ninguna dificultad para el desarrollo personal de nadie.

Indios kuikuro, Alto Xingú, Brasil

"Negritos" jarawa, Islas Andaman, India

     Debe entenderse, pues, que me refiero a personas del "primer mundo", en el cual el vestido, en sus diversas formas, es de uso general. Solo en este mundo, sean sus raíces culturales judías, cristianas, islámicas, budistas, sintoístas, etc.,  puede plantearse la pregunta que sirve de título a esta entrada.
      En lo que respecta al ámbito judeo-cristiano, que es el mío, no pocos fieles se oponen a la idea de que los hijos vean a sus padres desnudos invocando el Levítico 18, 7-11: "La desnudez de tu padre ni la desnudez de tu madre no has de descubrir [...] La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás [...] La desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera, no descubrirás la desnudez de ellas [...] La desnudez de la hija de la mujer de tu padre, nacida de tu padre, que es tu hermana, no descubrirás su desnudez"; pero no se puede ignorar que en el contexto bíblico la expresión "descubrir la desnudez" de otra persona no tiene sentido literal, sino figurado, con el significado de "tener relaciones sexuales" con ella. Es decir que lo que esos versículos prohíben no es el nudismo familiar, sino el incesto.
     Hecha esta salvedad, según mi experiencia personal, los niños -que desde los primeros momentos de su vida sienten interés y curiosidad por las diferencias corporales que existen entre los varones y las hembras, y entre ellos y los adultos-, cuando han tenido ocasión de ver a sus padres desnudos, sea en el baño, en otras dependencias del hogar o en espacios nudistas, se acostumbran a vivir la desnudez con absoluta naturalidad, desarrollando unas actitudes saludables con respecto al cuerpo. Libres de las consecuencias morbosas de una curiosidad insatisfecha, están en las mejores condiciones -con una recta formación moral, y advertidos de que no se puede estar desnudo en cualquier lugar y cualquier momento- para vivir en el futuro una sexualidad equilibrada. Y casta.

 


      Caso algo distinto es el de los niños a los que, llegados a cierta edad sin unos conocimientos claros sobre la anatomía humana, un buen día se les presentan, de sopetón, sus padres desnudos. (No hablo, por supuesto, de exhibicionismos morbosos, sino de desnudez "limpia"). Es muy explicable que el descubrimiento súbito de algo que hasta entonces había sido para ellos un misterio les cause sorpresa. Como se la producirá, por ejemplo, a un niño de la ciudad descubrir que las gallinas ponen huevos o que las vacas amamantan a sus terneros. Pero si los padres aciertan a ilustrar correctamente a su hijo acerca de ese descubrimiento, haciéndole ver la dignidad del cuerpo humano en su totalidad, obra de Dios y "templo del Espíritu Santo", no creo que la sorpresa se le convierta en un trauma vitalicio; y acabará alcanzando la misma serenidad que los niños habituados a la desnudez colectiva desde su primera infancia. De acuerdo con lo sostenido por Cristina García, pedagoga, terapeuta y orientadora familiar, "lo incómodo no es la desnudez entre padres e hijos, sino cómo la vivimos y trasmitimos a nuestros hijos".
      

       Una observación final: es un hecho bien conocido que, al acercarse a la adolescencia, los niños, que empiezan a experimentar los cambios psicofísicos propios de esa edad, suelen, además de aspirar a autoafirmarse al margen de sus padres, sentirse inseguros en su propio cuerpo, y de ahí que los acostumbrados a la desnudez colectiva, que anteriormente no les perturbaba en absoluto -muchos padres naturistas habrán experimentado esto-, tiendan a evitarla. Es cuestión de comprenderlos y permitirles ser libres y evolucionar. En unos años ellos serán adultos, y padres también, y repetirán el ciclo. 









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