SAN IRENEO DE LYON: EL HOMBRE ES ALMA, ESPÍRITU Y CUERPO
Recojo hoy unos párrafos del libro V de su obra Adversus hæreses (Contra los herejes) donde San Ireneo (Esmirna, ca. 130-Lyon, ca. 202), obispo de Lyon y uno de los Padres de la Iglesia, propugna, frente a los gnósticos, que defendían una concepción falsamente espiritualista del ser humano -entendiéndolo como un alma encerrada temporalmente en la prisión de un cuerpo, extrínseco, ajeno a ella y despreciable-, que el hombre es un todo unitario, compuesto de alma, Espíritu y carne; que el cuerpo forma parte de la imagen de Dios que cada persona es, y que está también llamado a la santidad y a la inmortalidad.
"Dios será glorificado en su criatura,
que por su bondad ha hecho semejante a Él y conforme a la imagen de su Hijo.
Pues el hombre, y no sólo una parte del hombre, se hace
semejante a Dios, por medio de las manos de Dios, esto es, por el Hijo y
el Espíritu. Pues el alma y el Espíritu pueden ser
partes del hombre, pero no todo el hombre; sino que el hombre perfecto es la
mezcla y unión del alma que recibe al Espíritu del Padre, y mezclada con ella
la carne, que ha sido creada según la imagen de Dios. Por eso dice el
Apóstol: "Hablamos de la sabiduría de los perfectos" (1Co 2,6);
llamando perfectos a quienes recibieron el Espíritu de Dios, y que hablan en
todas las lenguas por el Espíritu de Dios, como él mismo hablaba.
También nosotros hemos oído a muchos
hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía, y que hablan en todas
las lenguas por el Espíritu, haciendo público lo que está escondido en los
hombres y manifestando los misterios de Dios, a quienes el Apóstol llama espirituales (1 Co 2,15): éstos son espirituales porque participan del Espíritu; pero no
desnudos y privados de la carne, como si lo recibiesen sólo de manera
desnuda. Pues si alguien prescindiera de la substancia de la carne, esto es de
la criatura, y quisiera entender lo anterior como dicho solo del puro espíritu,
entonces no se podría hablar de que el hombre en cuanto tal es espiritual, sino
solo del espíritu del hombre y del Espíritu de Dios (1 Co 2,11). Mas este
Espíritu se une a la criatura al mezclarse con el alma; y así por la efusión
del Espíritu, el hombre se hace perfecto y espiritual: y éste es el que ha sido
hecho según la imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26). Si le faltase el Espíritu
al alma, entonces seguiría como tal, siendo animado; pero quedaría carnal, en
cuanto se le dejaría siendo imperfecto: tendría la imagen en cuanto criatura,
pero no recibiría la semejanza por el Espíritu.
Pues
así como éste sería imperfecto, así también si alguno suprimiera la imagen y
despreciara la criatura, ya no podría hablar de todo el hombre, sino solo de
una parte del hombre (como arriba dijimos) o de algo distinto del hombre. No es que la sola carne creada sea de por sí el hombre
perfecto, sino que es solo el cuerpo del hombre, y una parte suya. Pero tampoco
sola el alma es ella misma el hombre; sino que es solo el alma del hombre y una
parte del hombre. Ni el Espíritu es el hombre: pues se le llama Espíritu y no hombre. Sino que la unión y mezcla de todos éstos es lo que hace al
hombre perfecto.
Por eso el Apóstol, manifestándose a sí mismo, explicó
que el hombre espiritual y perfecto es el que se salva, según afirma en la
primera Epístola a los Tesalonicenses:
"El Dios de la paz os santifique y haga perfectos, y que todo vuestro ser, Espíritu, alma y cuerpo, permanezcan
sin mancha hasta la venida del Señor Jesucristo" (1 Tes 5, 23). ¿Y
qué otro motivo tenía para suplicar que hasta la venida del Señor perseverasen
íntegros y perfectos estos tres, o sea el alma, el cuerpo y el Espíritu, si no
supiese que era única y la misma, la salvación de todos los tres íntegros y
unidos? Por eso llama perfectos a quienes muestran al Señor estos tres
elementos sin mancha".
Ilustraciones:
1.- Poseidón de Artemision (ca. 460 a. C.), Museo Arqueológico Nacional, Atenas. 2.- Venus Anadiomena, Tiziano (ca. 1520), National Galleries of Scotland, Edimburgo.
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