HAY QUIEN SE AVERGÜENZA DE QUE LO VEAN VESTIDO
En el libro Voyage
aux régions équinoxiales du Nouveau Continent fait en 1799, 1800, 1801, 1802,
1803 et 1804 (París, 1808-1834), que relata su extraordinaria
expedición por las regiones del Orinoco y el Amazonas, Alexander von Humboldt dejó constancia de
un hecho curioso, que lleva al lector a preguntarse, como se preguntó Michel de Montaigne
(véase la entrada del 16-08-2020), si el uso de vestidos es algo
natural o cultural en la especie humana, algo innato o adquirido.
En el capítulo VI nos cuenta cómo llega con su compañero Aimé Bonpland a la misión de Guanaguana, de la que se encarga un capuchino español anciano que lleva treinta años en América y que no sólo “trataba con mucha comprensión a los indios”, según le pareció a Humboldt, sino que también se mostró comprensivo con aquellos exploradores aunque procedían de países de religión protestante. El misionero les explica que los ingresos obtenidos por los trabajos de aquella comunidad están destinados en primer lugar a la construcción de la “casa misional”; en segundo lugar, a la edificación de un templo -porque la misión todavía no disponía de ninguno- y, finalmente, a adquirir ropa para vestir a los indios. Es sabido que para la mentalidad occidental de aquellos tiempos la desnudez, por mucho que aquellos indígenas la vivieran con la más inocente naturalidad, era una manifestación de impudicia.
En el capítulo VI nos cuenta cómo llega con su compañero Aimé Bonpland a la misión de Guanaguana, de la que se encarga un capuchino español anciano que lleva treinta años en América y que no sólo “trataba con mucha comprensión a los indios”, según le pareció a Humboldt, sino que también se mostró comprensivo con aquellos exploradores aunque procedían de países de religión protestante. El misionero les explica que los ingresos obtenidos por los trabajos de aquella comunidad están destinados en primer lugar a la construcción de la “casa misional”; en segundo lugar, a la edificación de un templo -porque la misión todavía no disponía de ninguno- y, finalmente, a adquirir ropa para vestir a los indios. Es sabido que para la mentalidad occidental de aquellos tiempos la desnudez, por mucho que aquellos indígenas la vivieran con la más inocente naturalidad, era una manifestación de impudicia.
Pero los indios, explica Humboldt,
“prefieren ir completamente desnudos a llevar la más mínima prenda”. Y esto
hace pensar que para ellos la desnudez era lo natural, y el vestido, una cosa extraña a ellos, impuesta por la cultura que llevaban consigo los misioneros
europeos.
Este hecho queda
confirmado en el capítulo IX: “Como todos los pueblos semisalvajes de los
países muy cálidos, los chayma muestran una resuelta aversión por el vestido.
En la zona tórrida, los indígenas se avergüenzan -como dicen ellos- de tener que
llevar vestidos, y si son forzados a ello prematuramente, huyen a las selvas
para entregarse al desnudismo. Pese a todos los esfuerzos de los frailes, los
chayma, tanto hombres como mujeres, van desnudos en el interior de sus casas.
Cuando transitan por el pueblo, llevan una especie de camisa de
algodón, que apenas les llega a la rodilla. A veces nos encontramos con nativos
fuera del área misional, que, sobre todo en tiempo lluvioso, se habían quitado
la camisa y la llevaban arrollada bajo el brazo”.
Ilustraciones:
1.-El campamento de Humboldt y Bonpland en el Orinoco (ca. 1801), grabado de Keller, Staatsbibliothek, Berlín. 2.-Indios mehinaku, Pará, Brasil (1894). 3.-Indios ikpeng, Mato Grosso, Brasil (1964).
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