"YO NO ME ANIMO A PRACTICAR EL NATURISMO PORQUE..."
En mis treintaytantos años de
naturismo he tenido bastantes ocasiones de tratar con personas que, sin
repudiarlo ni despreciarlo, se niegan a practicarlo, cada una por
sus propias razones.
Estas razones, por encima de sus matices individuales, podrían clasificarse, según creo, en unos pocos grupos.
Estas razones, por encima de sus matices individuales, podrían clasificarse, según creo, en unos pocos grupos.
Uno -en el que
tengo la impresión de que predominan las mujeres- es el de quienes no se
deciden a probar el desnudismo por motivos de orden estético: “Mi cuerpo ya no
está para andar enseñándolo”, “Tengo una cicatriz”, “Todo lo llevo caído”,
“Con esta barriga...”, etc.
Me parece
que esas personas parten de una idea falsa, que es la de que el naturismo exige exhibir cuerpos perfectos. Convendría, en primer lugar, señalar que eso que llamamos un “cuerpo perfecto” es algo rarísimo, muy difícil de encontrar en el
mundo real. Muchos artistas plásticos, la publicidad, el cine y la televisión nos han mostrado y nos muestran
insistentemente modelos físicos irreprochables, pero la verdad es que en el mundo de la “gente normal”
casi nadie reúne en su persona todas las condiciones del canon de belleza
propio de su sexo; sin que se deba ignorar, por otra parte, que ese canon es muy variable histórica y
geográficamente, y para comprobar hasta qué punto es así basta ver, por ejemplo, qué entendían por belleza perfecta
femenina nuestros antepasados prehistóricos, Rubens o los espectadores de cine
de 1920.
Venus de Dolní Věstonice (29.000-25.000 a. C.).- Venus de Willendorf (27.500-25.000 a. C.).- Venus de Lespugue (26.000- 24.000 a. C.)
Las Tres Gracias (1630/1635), Pedro Pablo Rubens
La gran vedette sevillana Carmen Fernández (1897)
La modelo británica "Twiggy" (ca. 1965)
En todo caso, esa idea falsa de que el nudismo está reservado a la gente joven y bella, se basa en otra idea falsa, ésta sobre el sentido o la razón de ser de esa actividad o “filosofía”. A las personas que la sostienen habría que hacerles ver que el naturismo no asocia desnudez y seducción. A un espacio nudista -playa, camping o lo que sea- no se concurre para optar al título de “Miss Universo” ni mucho menos para “ligar”, sino para disfrutar honestamente de las sensaciones de bienestar, libertad y naturalidad que proporciona la desnudez en común; y a esto tienen el mismo derecho todos los seres humanos, no sólo las venus y los apolos.
Otras personas aducen inconvenientes de tipo que podríamos llamar social: “¿Y si me encuentro con algún conocido?”, “¿Qué pensarán de mí si se enteran de que hago eso?”. Pues si te encuentras con algún conocido -le responderé a quien me haga esas preguntas- es porque él o ella también está allí. ¿Avergonzarte de ser visto en esa situación? ¿Por qué? Como suele decir un amigo mío, “si crees que practicar el desnudismo es algo malo, no debes hacerlo, y si no te parece algo malo, no tienes que avergonzarte ni desistir de ello”.
Sospecho que, en el fondo, el problema de estas personas es más bien falta de hábito, y que en cuanto se acostumbrasen a la “desnudez razonable” dejarían de percibirla como algo raro. ¿Se sienten incómodos los miembros de sociedades “primitivas” que desde la niñez hasta la muerte viven y desarrollan sus actividades cotidianas permanentemente desnudos?
Indígenas naghol, Pentecost Island, Vanuatu India matipu, Alto Xingú, Brasil
Indias suiá, Alto Xingú, Brasil Indios surui paiter, Rondônia, Brasil
En tercer lugar, no pocas personas -principalmente, pienso, católicos y seguidores de otras confesiones cristianas- se privan de practicar el nudismo por razones de tipo moral. De estas razones no creo necesario hablar ahora, porque este blog se ha dedicado desde sus comienzos -léanse en especial sus siete primeras entradas- precisamente a defender la compatibilidad entre el naturismo -entendido, por supuesto, en el correcto sentido, que es ajeno a lo sexual- y la Fe católica y el verdadero y siempre conveniente pudor.
Una cosa más añadiré, pensando en esa gente que tiene las objeciones que acabo de mencionar; una cosa que, si es preciso, estoy dispuesto a sostener bajo palabra de honor, y que estoy seguro que sostendrán también al menos el 90% de los naturistas; y es que entre el nudismo pensado y el nudismo vivido hay una diferencia abismal. En otras palabras: quien no ha experimentado nunca esa “desnudez razonable” tiene acerca de ella, es decir, de los ambientes nudistas y de lo que le sucedería si se incorporase a alguno de ellos, unas ideas -en rigor habría que llamarlas prejuicios- que no tienen nada que ver con la realidad. Le bastaría con hacer una prueba para descubrir que la práctica del desnudismo es algo mucho más natural, mucho menos erótico y mucho más relajado de lo que imaginaba considerándola “desde fuera”.
Christiane Lecocq (1911-2014),
pionera del naturismo francés.
Centenaria y nudista.
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