JULIO CAMBA HABLA SOBRE LA PORNOGRAFÍA

            Reproduzco hoy un artículo en el que Julio Camba (1884-1962), en aquellos "felices años 20" en los que las mujeres acortaron sus faldas, diserta acerca de la pornografía con la inteligencia, el ingenio y el humor que singularizan el conjunto de su obra periodística.


SOBRE LA PORNOGRAFÍA


           Cada año, poco más o menos, de una manera perfectamente natural y periódica, el español se levanta de la cama y grita:
            -Hay que acabar con la pornografía. La pornografía tiene un 50 por 100 de la culpa en nuestra miseria fisiológica y en nuestro relajamiento moral. Nada de contemplaciones con ella. Es preciso exterminarla a sangre y fuego. 
             Y una vez decidido a exterminar la pornografía a sangre y fuego, el español se pregunta:
            -¿Qué es la pornografía?
           La cosa no hay duda de que tiene sus complicaciones. Antes, por ejemplo, si una muchacha exhibía sus pantorrillas en público, todo el mundo le atribuía al hacerlo una intención pornográfica; pero, actualmente, ¿qué chica no lleva las faldas cortas? Esto hace que uno contemple ya sin mayor emoción las extremidades inferiores de sus más deliciosas contemporáneas. A veces, sin embargo, cuando, sentada en su diván, una de estas admirables criaturas advierte nuestra presencia, va y le da un tironcito a la falda, y este ademán sencillo, que a primera vista parece un ademán de pudor, lo echa todo a perder en un instante. ¿Por qué se tirará nuestra vecina de la falda, sabiendo como sabe su escasa elasticidad? Si nuestra vecina cree que la exhibición de sus piernas constituye un espectáculo inmoral, ¿por qué usa una falda corta? Y si en la falda corta le parece que no hay nada pecaminoso, ¿por qué simula ahora el anhelo de convertir la suya en una falda larga? Indudablemente, nuestra amiga es un encantador personaje de Freud que obra obedeciendo a estímulos subconscientes. Al tirarse de la falda nos ha recordado que sus piernas son codiciables, haciendo así que las codiciemos acto continuo. Y he aquí cómo la pornografía, que, realizada por una mujer, podía consistir antes en el acto de enseñar las piernas, consiste más bien ahora en el acto de ocultarlas.

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            Hay, evidentemente, una manera pornográfica de ocultar los encantos femeninos, y a veces esta manera puede llegar a herir hasta nuestros sentimientos más nobles. Así, cuando una mujer que está amamantando a un niño pretende esconder a mi vista su seno maternal, yo me reconozco profundamente humillado. ¿Cómo puede suponer esta mujer que, en tal momento, yo sea capaz de contemplarla con una intención pornográfica? Decididamente, la mujer en cuestión se hace una idea muy pobre, no tan sólo de mi moralidad, sino también de mi pornografía, lo que ya me sorprende en un grado mayor.

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          Y es que no hay que darle vueltas. La pornografía resulta aún un concepto muy obscuro. Yo creo, como todo el mundo, que es necesario combatirla; pero para combatirla ignoro si hay que perseguir a las chicas que enseñan las piernas o a las que las ocultan, y si se deben cubrir los senos femeninos en su función maternal para desnudarlos en la ópera, o si, al contrario, debe descubrírseles en el primer caso, decorando los palcos de la ópera con una colección de biberones.

                                           (Sobre casi todo, 1927)



Ilustraciones:



1.-Moda de 1927, ilustración anónima.          2.-Madre e hijo, Orazio Gentileschi (1609).

            





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