SANTA DESNUDEZ EN LA IGLESIA ORTODOXA: BASILIO EL BENDITO

 
        A comienzos del siglo IV, el emperador Constantino, después de derrotar milagrosamente a Majencio en la batalla de Puente Milvio, abrazó el Cristianismo -hasta entonces frecuentemente perseguido por sus antecesores, y que ya profesaba su madre, santa Elena-, promulgó el Edicto de Milán, que concedía plena libertad a los cristianos, y regaló al papa san Silvestre el palacio de Letrán, que durante diez siglos habría de ser la residencia de los pontífices.
     También decidió, por razones principalmente geopolíticas, trasladar la capitalidad del Imperio Romano desde Roma a Bizancio, que a partir de entonces se llamó Constantinópolis (Constantinopla), la ciudad que hoy conocemos como Estambul.
     Con el paso del tiempo, los patriarcas de Constantinopla empezaron a cuestionar la primacía del papa, que seguía en Roma, alejado de la corte imperial, y a atribuirse poderes sobre los obispos del Oriente, en detrimento del del sumo pontífice. 
     En el siglo IX, Focio, hijo de una familia noble, hombre de gran cultura y ex-profesorpresidente de la cancillería del emperador Miguel III, para el cual desempeñó importantes misiones diplomáticas, consiguió que el patriarca san Ignacio fuera destituido y ocupar él su lugar, después de hacerse administrar apresuradamente las órdenes sagradas por un obispo excomulgado. Convertido en patriarca de Constantinopla, escribió al papa, Nicolás I, solicitándole que confirmase su elección. La respuesta de Nicolás fue convocar en Roma un sínodo que en el año 863 excomulgó al usurpador. Focio, a su vez, se enfrentó a la ortodoxia romana sosteniendo que el Espíritu Santo no procedía del Padre y el Hijo, sino sólo de Dios Padre -ésta es la famosa cuestión del filioque-, y reclamó para el obispo de Constantinopla la misma autoridad que tenía el de Roma. El año 867 fue depuesto del patriarcado por el emperador Basilio I, que repuso a Ignacio. El VIII Concilio Ecuménico (el cuarto celebrado en Constantinopla, entre 869 y 870) condenó sus errores. Sin embargo, fallecido Ignacio en 877, Focio recuperó el cargo de patriarca, esta vez recibiendo en Roma la aprobación del papa Juan VIII. En esas circunstancias envió a los santos Cirilo y Metodio a evangelizar la Europa Oriental.

Focio, con un vestido de la Virgen, salva a Constantinopla de la invasión de los rus el 860,
fresco (ca. 1648), monasterio de la Asunción de la Virgen de Knyaginin, Vladímir, Rusia

         Con esos conflictos y vaivenes entre Roma y Constantinopla comienza a gestarse lo que sería el Cisma de Oriente, consumado en 1053 por Miguel I Cerulario, patriarca constantinopolitano desde 1043, que acusó de herejía a la Iglesia romana, se autoproclamó cabeza de toda la cristiandad, clausuró los templos que mantuviesen el rito latino, se incautó de monasterios y desterró a todos los monjes fieles a Roma. El papa León IX envió a Constantinopla una delegación, presidida por el cardenal Humberto de Silva Candida, para intentar que se retractase de sus errores y volviera a la recta disciplina, pero Miguel no cedió. El cardenal lo excomulgó y él excomulgó a su vez a los  miembros de la representación pontificia. Así se desgajó de la Iglesia de Roma la Iglesia Oriental u Ortodoxa, que pervive hoy, sin reconocer la autoridad del papa, aunque en las últimas décadas se han producido considerables acercamientos entre ambas confesiones.

  Miguel I Cerulario recibe a los enviados del papa,
    códice Skyllitzes Matritensis (s. XII), Biblioteca Nacional, Madrid
          
         Si hasta aquel momento toda la Iglesia, que era una, había compartido obispos, santos y doctores, entre los cuales estaban los Santos Padres -san Hilario, san Ambrosio, san Jerónimo y san Agustín en las regiones del Occidente, de lengua latina, y san Atanasio, san Gregorio Nacianceno, san Basilio el Grande y san Juan Crisóstomo en el Oriente, de lengua griega-, a partir del cisma, la Iglesia Católica y la Ortodoxa tuvieron cada una su propia jerarquía y sus propios santos. Entre los de la Iglesia Ortodoxa se cuenta por cierto el propio Focio.
          Otro de los más famosos santos de esa confesión es el que hoy traigo aquí, conocido como san Basilio el Bendito, o también san Basilio el Desnudo.
         Nacido en Elokhov, cerca de Moscú, en diciembre de 1468, hijo de una familia pobre, sus padres lo pusieron a trabajar como aprendiz de zapatero. En cierta ocasión, un cliente fue a encargar unas botas al local en el que Basilio trabajaba, diciendo que al cabo de un año pasaría a recogerlas. Al oír esto, el aprendiz sonrió; y al preguntársele por qué lo hacía, respondió: "Ojalá cancelaras el pedido, porque nunca las usarás". Días después moría el comprador. Con este episodio quedó en evidencia su facultad profética
      A los 16 años se trasladó a Moscú, y emprendió allí una vida al estilo de los llamados "santos locos" (jurodivyj) o "tontos de Cristo": ascetas, muy típicos de Rusia, que, sin domicilio fijo, callejeros, vivían de la limosna, despreciaban el mundo y el propio cuerpo, caminaban descalzos y algunos desnudos, tenían comportamientos deliberadamente extravagantes y a veces visión profética. Gozaban del respeto y el afecto de las gentes. Basilio optó por renunciar al vestido, incluso en el invierno moscovita. Sufrió incomprensiones, burlas y ataques, pero realizó varios milagros y hasta se ganó la admiración del zar Iván el Terrible. Murió el 2 de agosto de 1557 y fue enterrado en el cementerio de la iglesia moscovita de la Trinidad. Sobre ese camposanto, el zar ordenó construir una catedral, que con el tiempo pasaría a quedar bajo la advocación del propio Basilio, que había sido canonizado por la Iglesia Ortodoxa en 1588.
          La devoción popular a Basilio el Bendito explica la gran cantidad de iconos que desde muy poco después de su muerte han representado su imagen. Generalmente el santo aparece en ellos de cuerpo entero y desnudo, situado en la parte derecha del icono pero inclinado hacia la izquierda. En el ángulo superior izquierdo del icono, frente a su cabeza, se ve a Dios Padre, a la Virgen, unos ángeles, etc.

                            
             Icono ruso (fines del s. XVI- comienzos del s. XVII), Galería Tretyakov, Moscú
              
           
            Icono (s. XVII), catedral de San Basilio, Moscú
         Más iconos antiguos:

                                                                            

                                                                     

                
               Relieve anónimo, catedral de San Basilio, Moscú

                            
             Catedral de San Basilio, Moscú  

        Éste es un icono antiguo sobre tabla al que se le puede superponer una cubierta de plata repujada: 


                                                           
                                                                                                                    Icono ruso (s. XIX)

            En bastantes ocasiones Basilio aparece al lado de algún otro santo. En los tres iconos que recojo a continuación se le ve junto a uno que figura también en el santoral católico, por ser anterior al Cisma: San Basilio el Grande (s. IV):

                                                                   
               Icono ruso (s. XVI)

 Icono ruso con elementos de plata dorada (segunda mitad del s. XVI), col particular, Alemania

Icono ruso (s. XIX)

        En éste, del siglo XVII, figura al lado de San Juan de Moscú:

  
y en éste, con san Artemio de Verkola:

Icono ruso (ca. 1640)

       En nuestro días se siguen pintando iconos que presentan la imagen de Basilio según los mismos modelos antiguos:


                                                                        Julia Bridget Hayes

                                                                                   San Basilio el Grande y san Basilio el Bendito
             Y, para terminar, traigo esta original interpretación del pintor contemporáneo Sergei Kirillov (s. XX-XXI):



  








    

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