SANTA DESNUDEZ: SAN VICENTE MÁRTIR

      Otro santo al que la iconografía representa con frecuencia desnudo, o, mejor dicho, desnudado, es San Vicente, a veces llamado San Vicente de Zaragoza o de Huesca. 
       Nació, en efecto, en Huesca a finales del siglo II, en una familia noble. Su padre, Euticio, era hijo del cónsul Agreso. Su madre se llamaba Enola. Fue ordenado diácono y nombrado arcediano en  Zaragoza, y sirvió como tal al obispo, San Valero. Como éste era algo tartamudo, solía encargar la predicación a Vicente, que con su fervor y su elocuencia conmovía a los oyentes.
       En marzo del año 303 el emperador Diocleciano publica un edicto que da comienzo a una feroz persecución contra los cristianos. Para llevarla a cabo en Hispania, vino de Roma el prefecto Publio Daciano, que permaneció dos años aquí. Él mandó apresar a Valero y Vicente. Como ambos eran muy queridos en Zaragoza, fueron trasladados a Valencia, ya el 304, para ser juzgados allí. En virtud de aquel juicio Valero fue desterrado y Vicente, que, por su mayor facilidad de palabra, había llevado la voz cantante en el proceso, condenado a varios tormentos con el fin de que renegara de su Fe. Fue crucificado en aspa; le sometieron al potro o ecúleo; a la catasta, que consistía en atar los pies y las manos del reo y tirar de ellos en direcciones opuestas; lo azotaron; le desgarraron las carnes con garfios y, ante la firmeza que mostraba, Publio Daciano mandó por último que fuese colocado en una parrilla sobre ascuas. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más, pero en medio de los dolores Vicente alababa a Dios, del que le venía la fuerza para soportar el martirio. Después el prefecto ordenó que lo llevaran a una mazmorra oscura con el pavimento lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran con los pies amarrados en un cepo para al día siguiente seguir atormentándolo con el objeto de que abandonara la religión de Cristo. Prudencio describía así el calabozo en su Peristephanon“En el sitio más bajo de la prisión hay un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y estrangulado por las estrechas piedras de una bóveda bajísima. Allí se esconde la eterna noche, sin que jamás penetre un rayo de luz. Allí tiene la horrible prisión su infierno”. Pero a medianoche el lugar se llenó de una luz sobrenatural, a Vicente se le soltaron las ataduras, el piso se cubrió de flores y se oyó una música celestial y una voz que dijo: "Ven, valeroso mártir, a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". San Vicente murió así -la tradición sostiene que el 22 de enero, día en que la Iglesia celebra su fiesta-. Según la leyenda, su entereza hizo que su verdugo se convirtiera al cristianismo, y Publio Daciano lloró de rabia por no haber logrado doblegar al diácono.
         Su cuerpo fue arrojado a un muladar, donde un cuervo lo protegió frente a las alimañas, y después al río Turia, en un saco atado a una piedra de molino; pero el agua lo devolvió a la orilla, y recibió sepultura en las afueras de Valencia, de donde pasó poco después a una basílica conocida como San Vicent de la Roqueta. 
         Con la invasión musulmana de la península ibérica, en el siglo VIII los cristianos de Valencia decidieron trasladar a Asturias el cuerpo del santo, pero la nave que lo llevaba se vio obligada a arribar a la costa portuguesa cerca de Sagres, en el punto que pasaría a llamarse precisamente Cabo de San Vicente. Desde allí sería trasladado a Lisboa, en cuya catedral reposa y es venerado con gran fervor.
          En Roma se erigieron tres iglesias en su honor, y en toda la cristiandad se le venera con mucha devoción. Hay una infinidad de templos bajo su advocación.
          San Vicente mártir es patrono de los viñadores, vinateros y fabricantes de vinagre, y de muchas localidades: Ardanaz de Egüés (Navarra), Corbera, Graíces, Guadassuar, Laujar de Andarax, Los Realejos (Tenerife), Lucena del Puerto, Molina de Segura, Paredes de Escalona, San Vicente del Monte, San Vicente de la Barquera, San Vicente de Alcántara, Sigüenza, Valencia (donde, además, lo tienen como patrón particular los sastres y las modistas), Zalamea la Real, Lisboa, Vicenza (Italia), San Vicente Tancuayalab, San Luis Potosí, San Vicente Chicoloapán (las tres ciudades, de México), San Vicente de Cañete (Perú), etc. 
        Los artistas muestran a menudo a San Vicente con la tonsura y la dalmática de los diáconos, la palma que simboliza el martirio y en ocasiones también una piedra de molino, una parrilla (que hace que a veces pueda confundirse con San Lorenzo), una cruz aspada o un cuervo; y cuando lo representan en las torturas de sus últimos momentos, o en paños menores o totalmente desnudo. 
        De la iglesia de Santa María del Monte, en Liesa (Huesca) procede este frontal del siglo XIII en el cual se representan, en una serie de viñetas, los episodios más significativos de la vida del santo. Lo vemos primero junto a su obispo Valero, después a los dos ante Daciano, el destierro de Valero, la flagelación de Vicente, el tormento del ecúleo, el martirio en la parrilla (y la sal en sus heridas), su cadáver en una cama, su cuerpo en el basurero (con el cuervo que lo defiende), en el Turia (con la piedra de molino), su reconocimiento, la erección de la basílica y la veneración de sus restos.

    
       En el siglo XIV, el "Maestro de Estopiñán" pintaría  un retablo "narrativo" semejante, hoy en el Museo de Cataluña:

                                                                                                                                                                                                Conjunto
               

                                                                                                                                                         Detalle
   
           Más simple, pero similar, este otro retablo del s. XV, perteneciente al Museo del Prado:

                               
                                                                                                                                                        Conjunto

                                                                                                                                                   Detalle

      Asimismo es "narrativa", pero en una sola viñeta, esta miniatura de una edición cuatrocentista del Speculum Historiale de Vincent de Beauvais. En la parte inferior central se ve al santo en la parrilla; a la derecha, su desgarramiento con garfios en el potro; en la parte superior izquierda, su cadáver es arrojado al río:

                             

         En fechas mucho más recientes, el hermoso retablo (s. XVIII) de la iglesia de San Vicente de la Maza, en Guriezo (Cantabria), muestra una serie de cuatro escenas de la vida del mártir: su predicación, su proceso, el tormento de la parrilla y su cuerpo en el muladar:



       En esta vidriera (mediados del siglo XIII) de la iglesia parisina de Saint-Germain-des-Prés vemos cómo al santo, crucificado en aspa en una doble cruz, le desgarran las carnes con unos garfios con púas a modo de cepillos: 
         
                                 

       En el Museo de Cataluña se conserva esta tabla de Jaime Huguet (s. XV) que presenta la misma situación, pero con el santo en paños menores:

                                          
  
      Y Martín de Soria (segunda mitad del s. XV) pintó así, en la iglesia de Luesia (Zaragoza), el momento en que Vicente, sobre una cruz aspada, es sometido a la catasta:

     

      En el Livre d'images de Madame Marie, martirologio belga (1285-1295), figura esta representación, espeluznante, del desgarramiento del cuerpo de Vicente:

                           
            El "Maestro de Fauvel" (s. XIV) vio de este modo los azotes infligidos al santo:

        
     
        También aparece azotado en este cuadro flamenco del círculo de Abraham van Diepenbeeck (1596–1675):

                        
              
       A Bernat Martorell (s. XV) se le debe esta otra tabla, en la que San Vicente, esta vez no desnudo, aparece crucificado y azotado a la vez:

           
                   
        Lo mismo vemos en esta pintura mural de Sigismondo Di Stefani (1564):

                
          
       En este relieve de la iglesia valenciana de San Vicent de la Roqueta el santo es azotado a la vez que sufre la tortura del potro:

       En el potro lo representaría también Bigioli Wenzel en 1841:

                                         

         En la parroquia de San Vicente de Colle (Zamora) pueden verse estas dos toscas pinturas sobre la flagelación del santo y su martirio en la parrilla, respectivamente:

                               
             

                              
     
       En la parrilla, pero sin ropa alguna, lo muestra también este fresco del siglo XII en la Capilla de los Monjes de Berzé-la-Ville (Borgoña):
                                    
                                   
          
        Igualmente este salterio flamenco de fines del siglo XII (1290-1300), custodiado en la Koninklijke Bibliotheek de La Haya:

                                 
                 
            Y esta otra vidriera de Saint-Germain-des-Prés (s. XIII), actualmente en el Victoria and Albert Museum de Londres:

                                   

                Lo mismo en esta Leyenda áurea del siglo XV:

         

         

      Y también vemos al santo en la parrilla en este relieve de Cristóbal de Guadix (finales del s. XVII) del retablo mayor de la iglesia sevillana de San Vicente:

                                      
          
      Jacopo da Empoli, "Jacopo Chimenti" plasmó así la escena (1619), en iglesia de San Giorgio dei Genovesi, de Palermo:

             

        Este cuadro de Juan de Tejerina (s. XVI) nos presenta el cuerpo de San Vicente en el muladar, con el cuervo que lo defiende:


     También en esa circunstancia lo presentó Diego de Tredia (1533) en esta escultura del  Museo de Bellas Artes de Valencia:


        Ésta es una versión moderna del mismo asunto, por Augustin-Théodule Ribot (s. XIX):


     Y ésta, todavía más moderna, es de Maurits Cornelis Escher (1925):

      Y en la parte inferior de la siguiente ilustración, que no he podido documentar (pero verosímilmente de un códice portugués), se ve, a la izquierda, cómo el cuerpo del santo es arrojado al río, y a la derecha, su cadáver en el estercolero:  

                                              




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