EL NUDISMO Y EL CATECISMO

             Vengo observando que hay dentro de la Iglesia bastantes personas, clérigos y laicos, que se oponen al desnudismo aduciendo los puntos 2.521 a 2.525 del Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por San Juan Pablo II.
           Quisiera manifestar aquí, con ánimo, desde luego, de no faltar en nada a las exigencias de la Caridad y del mero respeto, y declarándome dispuesto a acatar todo lo que sobre este asunto proclame el Magisterio, que la posición de esas personas me parece poco fundada.

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            Veamos lo que dicen exactamente esos párrafos del catecismo:

       "2521 La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.

          2522 El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción.

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            2523 Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes.

         2524 Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana.

           2525 La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que favorecen el exhibicionismo y las imágenes indecorosas".

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           Lo primero que me parece conveniente señalar es que el catecismo no alude en ningún momento al nudismo, y que por tanto al referir a él cualquier cosa expuesta en esos puntos 2.521 a 2.525 se está aplicando a esa cuestión particular la doctrina general, con los consiguientes riesgos de subjetivismo.
         El punto 2.521 habla del pudor como "rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado" y como guarda de la intimidad. Naturalmente, como hijo de la Iglesia que desea ser fiel, no puedo ni quiero dejar de compartir esta idea como doctrina general. Ahora bien: recordando aquello del gran Chesterton de que al entrar en la iglesia debemos quitarnos el sombrero pero no se nos puede exigir que nos quitemos también la cabeza, pregunto: en el plano de lo corporal, que es el que aquí interesa ahora, ¿qué hemos de entender por intimidad?, ¿qué es "lo que debe permanecer velado"?
         Ya he tratado de esto en algunas otras entregas de este blog. Véanse las siete primeras, que exponen las bases conceptuales que inspiran todo lo que aquí va apareciendo, y las de los días 7-03-2019, 11-04-2019, 2-06-2019 y 19-07-2019 (con otras que enfocan el tema de forma menos directa). Una de las cuestiones que me he planteado es el concepto de intimidad física. Como dije en la entrada del 7-03-2019, pocas hay cosas tan relativas y cambiantes. Insistiré ahora: los hábitos que actualmente llevan las monjas de muchas congregaciones serían sin duda alguna ocasión de pecado y motivo de escándalo a mediados del siglo XIX, cuando los tobillos y las pantorrillas formaban parte de la intimidad; el vestido de muchos pueblos africanos, sudamericanos u oceánicos sería impúdico en Madrid, en Londres o en Buenos Aires; la indumentaria que cualquier madre de familia occidental de clase media usa actualmente para la playa resultará indecorosa en una asamblea de la asociación de padres del colegio de sus hijos, en la Misa del domingo o simplemente en la calle de cualquier ciudad... Por eso comparto plenamente la convicción de que el pudor ha de inspirar "la elección de la vestimenta"... pero bien entendido que en función de las circunstancias. Cada situación, a fin de cuentas, tiene su forma de pudor. 
      Nadie podrá tacharme de relativista por decir estas cosas: el propio catecismo, en el punto 2.524, admite que "las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra”; y cuando hablamos de la diversidad de las culturas se entiende que nos referimos a la diversidad a lo largo del tiempo y a lo ancho del espacio, desde luego, pero también a la diversidad que se da, en un mismo momento y un mismo lugar, entre los distintos ambientes sociales. El pudor en los pasillos de una universidad, por ejemplo, es distinto del pudor en una playa "textil", y éste distinto del de una playa nudista.
      
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          En cuanto a que "ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas”, no creo necesario recordar que esto mismo he sostenido reiteradamente en este blog -en algunos casos, como se ha visto, apoyándome en textos de teólogos relevantes-, sin que ello suponga para mí tener que rechazar el "nudismo razonable". No debería olvidarse a este respecto que la definición oficial del naturismo habla precisamente de "favorecer el respeto por uno mismo, por los otros y por el medio ambiente".
         También al "pudor de los sentimientos", que pertenece a un orden ya distinto del corporal, se ha hecho referencia aquí. Y a lo condenable de "los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima". Y a la necesidad de "educar en el pudor a niños y adolescentes" a fin de que en cualquier ambiente -y no excluyo el del naturismo- sean capaces de vivir alegremente la Castidad y "favorecer el respeto por uno mismo, por los otros y por el medio ambiente". Y también se ha hablado aquí contra la pornografía y la explotación interesada y sexual de la desnudez.
       En definitiva: de esos párrafos del catecismo algunos deducen que el nudismo es incompatible con la Moral católica. Uno, en aplicación de esa misma doctrina general, y siempre sometiéndose al superior criterio del Magisterio de la Iglesia, concluye
            - que el impudor depende en buena medida de las circunstancias y las intenciones.
           - que, como escribió el cardenal Wojtyła, después papa Juan Pablo II y por último San Juan Pablo II, "el pudor no se identifica de manera tan sencilla con el empleo de vestidos, ni el impudor con la desnudez parcial o integral". Es decir: la desnudez no es necesariamente impúdica.
          - que "se puede estar vestidos y tener un corazón adúltero, y desnudos, pero de buena fe y con el corazón casto" (P. Leandro Rossi).
          - y, a fin de cuentas, que el nudismo, "si se acompaña de la inocencia de la mirada y la modestia del comportamiento, en una palabra, del pudor, no suscita particulares objeciones morales" (Mons. Jean-Louis Bruguès). 
           No hay, pues, impedimento para que un católico lo practique en condiciones en que la desnudez no constituya ocasión próxima de pecado ni para él ni para los demás.

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Ilustraciones:



1.-La Virgen con el Niño Jesús Giovanni Battista Salvi di Sassoferrato.     2.-Cristo despojado de sus vestiduras, Libro de oraciones (1430-1470), Bayerische Staatsbibliothek, Múnich.   3.-Cristo crucificado, Andreas Massinger (1769-1808).    4.-Llanto sobre Cristo muerto, Pieter Pourbus el Viejo, Museo del Louvre, Paris.     5.-La Resurrección de Cristo, Miguel Ángel, British Museum, Londres.





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