DANIEL DESNUDO EN EL FOSO DE LOS LEONES (DN 6, 17-25)

        "Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarle al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, te librará.
       Se trajo una piedra que fue colocada a la entrada del foso, y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que no se pudiese cambiar la suerte de Daniel.
          Después el rey volvió a su palacio y pasó la noche en ayuno; no dejó que le trajeran concubinas y el sueño huyó de él.
          Al amanecer, al rayar el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones.   
      Acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: Daniel, servidor del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con perseverancia, ¿ha podido librarte de los leones?
         Entonces Daniel habló con el rey: ¡Viva el rey eternamente!
       Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y tampoco ante ti, oh rey, he cometido falta alguna.
         El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había confiado en su Dios.
         Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a Daniel y echarlos al foso de los leones, a ellos, y a sus hijos y mujeres. Y no habían llegado aún al fondo del foso cuando ya los leones se habían lanzado sobre ellos y les habían triturado todos los huesos".
      En las representaciones paleocristianas de este episodio bíblico se repite insistentemente un modelo iconográfico: Daniel desnudo, en pie, de frente, casi siempre entre dos leones, con los brazos semiextendidos en un gesto parecido al de "No ha pasado nada" que hoy suelen hacer los futbolistas cada vez que acaban de propinar una patada criminal a un contrincante y quieren engañar al árbitro, pero que en realidad es un gesto de oración ("expansis manibus"). La desnudez del profeta, dado que la Sagrada Escritura no hace en ningún momento referencia a ella, hemos de pensar que es una circunstancia añadida por los artistas, bien para subrayar la humillación que es también parte de su condena  -su situación es de desnudado (como castigo) más que de desnudo-, bien para sugerir simbólicamente la debilidad y la indefensión de Daniel frente a las fieras.
         Así lo vemos en esta pintura mural de la catacumba de San Calixto:


en ésta del Cementerio Giordano (s. III):


en ésta de la catacumba de Via Anapo (s. IV):


en ésta de otra catacumba:


y en esta otra, de una tumba entre Via Latina y Via Dino Compagni (Roma):


      El episodio de Daniel entre los leones aparece también en relieves paleocristianos, como éste del Museo Arqueológico Provincial de Córdoba:


     Éste es el llamado Sarcófago de los Dos Hermanos (ca. 350), conservado en los Museos Vaticanos (conjunto y detalle):


       En los mismos Museos Vaticanos se encuentra este otro, también del siglo IV:

                                                      

     Y éste de la misma época:


       Y también es del siglo IV el Sarcófago de Aurelio, de la catacumba de San Lorenzo Fuori le Mura:


y el de Saint-Clair (Musée Saint-Raymond, Toulouse):
                        

y éste de la iglesia de Santa Giulia, en Brescia:

                                      

 Y éste está, como tantos otros, en el Museo Vaticano (Pio Cristiano):

                                    

        En la Lipsanoteca de Brescia se conserva este cofre en marfil, con Daniel en el ángulo inferior derecho, del que ofrezco dos perspectivas:




       Para terminar, dos casos excepcionales y una curiosidad. En este mosaico (siglo IV) del Museo del Bardo (Túnez) los leones son cuatro:

                             

y en este otro sarcófago de los Museos Vaticanos (ca. 330-340), llamado el "Sarcófago Dogmático", alguien cubrió los genitales de Daniel con una hoja de higuera como las que se ven a menudo en la estatuaria clásica:

                             

 aunque al repristinarlo quedó así:


    Y la curiosidad es este fotomontaje actual, obra de André Durand, que hace un guiño al modelo iconográfico primitivo (pero incorporando los leones del "Daniel en el foso" de Rubens): 


         Parece, en conclusión, que los primeros cristianos no tenían miedo a la representación del cuerpo humano, ni al cuerpo mismo. Sabían, con una certeza que con mucha frecuencia no ha alcanzado la gente moderna, que la persona no es un alma sublime encarcelada en una vasija asquerosa y despreciable, sino una unidad de alma y cuerpo. No tenemos cuerpo: somos (también) cuerpo. Y el cuerpo, templo del Espíritu Santo -al que no sería justo dar un alojamiento repugnante-, está también llamado a la Resurrección y a la Bienaventuranza Eterna, en forma, como nos dice la Fe, de "cuerpo glorioso". Un "cuerpo glorioso" nosotros los humanos no podemos entender cómo es, pero sabemos con certeza que es el tipo de cuerpo con que Jesús se mostró en el monte Tabor cuando la Transfiguración.








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