III
Sí se refiere estrictamente al
nudismo el extenso, documentado y esclarecedor artículo "Naturismo/nudismo" que firma el Padre Leandro Rossi
en el Dizionario Enciclopedico di Teologia Morale (Roma,
1976) dirigido por él mismo y el P. Ambroggio Valsecchi (manejo la 5ª edición
española, Diccionario enciclopédico de Teología Moral, Madrid,
1986):
"Es obligatorio partir de algunas constataciones objetivas, que
encuentran continuas constataciones en la experiencia. Los reglamentos de
las asociaciones nudistas prevén intervenciones disciplinares contra cualquier
eventual forma de degradación sexual en los 'campos'. Pocos ambientes son tan
castos como los campos naturistas-nudistas. El que va movido por malas
intenciones, de ordinario tiene más interés en dirigirse a otro lugar. El que
frecuenta los campos, acude generalmente impulsado por una auténtica buena fe.
Por otra parte, la desnudez total, aunque se aconseja, no es obligatoria. La
persona siempre cubierta acabaría por ser expulsada, porque se sospecharía que
se trata de un 'mirón' (voyeurismo). Es también positivo que no se excluya de los
campos a las personas ancianas, porque así se demuestra que interesa no sólo el
goce estético o erótico de la belleza juvenil, sino sobre todo el contacto puro
y simple con la naturaleza".
En la Biblia, añade, citando a E. Galbiati, "la desnudez parcial
por luto, miseria, lactancia, así como la desnudez total infantil no poseen
ningún significado sexual".
Tras aludir al horror a la desnudez, que se infiltra en la
mentalidad cristiana -sea como reacción a las pecaminosas costumbres del
paganismo, sea por influencia gnóstica o maniquea- ya desde algunos de los
Santos Padres (San Jerónimo, por ejemplo), el P. Rossi expone y critica las
opiniones sobre el naturismo del jesuita G. Perico, para afirmar:
"Es justo ver en el pudor un valor perenne, con la
función de ser un providencial freno a la actividad sexual. Pero son
discutibles las formas que la manifestación del pudor puede asumir. En ciertos
pueblos primitivos, por ej., no es falta de pudor dejar de vestirse, mas lo
sería que un hombre y una mujer se sentasen sobre la misma estera, incluso a
distancia de dos metros. Además de este cambio geográfico, existe un cambio
histórico del modo de encarnar el pudor: bastaría pensar en ciertas
disposiciones episcopales de hace algunos decenios acerca del vestido de la
mujer en la iglesia (medias, mangas hasta el codo...). Las pinturas de nuestras
iglesias pueden ser precisamente el símbolo de la ambigüedad del desnudo: por
todas partes han florecido pinturas y esculturas artísticas representando a
personas desnudas, que no impresionaban a nadie, mientras que de vez en cuando
el celo de este o de aquel eclesiástico encargaba a alguno que hiciera de
'braguetón'".
[.....................................................................................................................................................]
Justa y comprensible es la preocupación pastoral frente a la posible
multiplicación del fenómeno de los campos nudistas. No es admisible, empero,
que se olvide que se puede estar vestidos y tener un corazón adúltero, y desnudos,
pero de buena fe y con el corazón casto.
[......................................................................................................................................................]
Hay,
pues, toda una santa desenvoltura que reconquistar. Por esto algunos hablan de
una 'desnudez razonable', que deberíamos readquirir.
[............................................................................................................................................................]
Cuando se
conserva el respeto por el cuerpo sexuado y sus manifestaciones, la pudicia
permanece inviolada.
[.......................................................................................................................................................]
Para el esclarecimiento teórico es justo hacer alguna
distinción. La primera la tomamos del mundo psicológico. Consiste en
no confundir desnudo y desnudado.
Una cosa es descubrirse y otra desnudarse. La diferencia no está en la cantidad
de vestidos que se quitan o que permanecen, sino en el hecho de que el
desvestirse (periódicamente) es normal, en tanto que el ser desnudado humilla y
degrada, porque incluye un concepto privativo. La desnudez es una manifestación
de la propia personalidad, que acontece más allá del campo de lo visible (sea
como signo de amor sea por necesidades contingentes, como con ocasión de una
visita médica). La desnudación, por el contrario, es la supresión de toda
prenda, efectuada contra la voluntad del desnudado, que, a su modo y según el
tiempo, el lugar y las circunstancias, quiere conservar la prenda con que se
cubre. Cuenta, por ende, la actitud espiritual que está en la base: cuenta el
clima de respeto y de confianza del que se siente uno rodeado. Si
tradicionalmente el desvestirse parece ligado sólo al matrimonio y a las
exigencias higiénicas, con justicia puede uno preguntarse si precisamente esta
enumeración es taxativa. ¿Acaso la familia no es el área del respeto, de la
confianza y del amor más que la sala de consulta del médico?
La última distinción
entre las que se pudieran hacer es la que media entre desnudez y falta
de pudor. Si el pudor natural está verdaderamente desarrollado y es
virtuoso, no se escandaliza ya de la propia desnudez, sino sólo con motivo de
una actitud desconsiderada por parte de uno mismo o de otro. Este pudor
auténtico constituye una defensa de la castidad mucho mejor, mucho más refinada
y segura que la burda ley de la vergüenza de la desnudez. La mejor barrera
contra la lujuria no está en el vestido (una frágil barrera, aunque
efectivamente lo es), sino en el auténtico pudor, ligado a todo un comportamiento.
No basta el desnudo para que pueda hablarse de una actuación sexual: se
requiere precisamente la relación de amor (para nosotros exclusivo y perenne
del matrimonio). Si es posible conocer el cuerpo sexuado fuera de la relación
sexual, quiere decirse que la verdadera barrera protectora no es el vestido que
esconde la desnudez, sino el respeto y la confianza. No es posible oponer
desnudez y castidad, porque se puede estar desnudos y ser castos lo mismo que
estar vestidos y ser lujuriosos".
Ilustraciones:
1.-La Virgen con el Niño Jesús, Alonso Cano. 2.-Bautismo de Cristo, catedral de Aquisgrán (ca. 1100). 3.-La Resurrección de Cristo, Miguel Ángel. 4.-La Crucifixión de Cristo, Wolf Huber (1525). 5.-Llanto sobre Cristo muerto, Fra Paolino Paolo (da Pistoia) del Signoraccio.
Comentarios
Publicar un comentario