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     ¿Nudistas católicos?, ¿católicos nudistas? Estoy seguro de que muchas personas, dentro y fuera de la Iglesia, pensarán que cada una de estas expresiones es una "contradictio in terminis", un "oxímoron" o un "imposible metafísico".
     Sin embargo, no existe, que yo sepa[1], ningún pronunciamiento del Magisterio de la Iglesia sobre el nudismo, desnudismo o naturismo, que, según su definición oficial, es "una forma de vivir en armonía con la naturaleza, caracterizada por la práctica de la desnudez en común, con el objeto de favorecer el respeto por uno mismo, por los otros y por el medio ambiente"[2]. Pablo VI hizo un par de referencias pasajeras a él -que, por otra parte, no son Magisterio ni solemne ni ordinario- en sendos "Ángelus". En la primera de ellas, del 10 de agosto de 1969, lamentaba las "exageraciones" en que algunos incurren con ocasión de las vacaciones estivales: "la diversión mundana desenfrenada", el "alpinismo temerario", la imprudencia en la conducción de vehículos y el "naturismo inverecundo" de ciertas playas y ciertos campings; en la otra alocución, del 16 de agosto de 1970, condenaba la primacía que a menudo se da al cuerpo sobre el espíritu, llegando -decía-, "con ostentaciones naturísticas y obscenas, a la exaltación del nudismo, el erotismo y el pansexualismo". La brevedad de estas menciones no permite saber con claridad definitiva si aquel papa rechazaba absolutamente cualquier forma de nudismo o admitía la posibilidad de alguna no inverecunda, ni tampoco si consideraba aceptable un desnudismo sin ostentación ni exaltación, que no implique menosprecio del espíritu y no vaya asociado a lo erótico o sexual. Fuera de esto, nada.

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       Pero, precisamente porque no hay un pronunciamiento formal y claro del Magisterio de la Iglesia, entre los eclesiásticos y los fieles católicos hay una extensísima gama de opiniones al respecto, y no pocos debates, en muy distintos tonos, que casi nunca conducen a conclusiones seguras.
         Me apresuraré a advertir que cuando digo "entre los eclesiásticos y los fieles católicos" excluyo a los llamados "católicos no practicantes", a los que posiblemente no les importen gran cosa las pautas morales de la Iglesia en este ámbito, como no les importan en otros, y también a quienes, declarándose católicos, hacen una especie de "catolicismo a la carta", o de "bricolaje doctrinal", para su uso personal, tomando a su antojo ciertas cosas de la doctrina de la Iglesia y dejando otras. Estas personas tienen una religión propia, no la de la Iglesia de Cristo, y su enfoque del naturismo pudiera estar al margen, como lo está el de otros asuntos, de los criterios de la Teología Moral católica.


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         Pero tampoco me refiero, por supuesto, a las opiniones sobre el naturismo de quienes, más papistas que el papa, consideran parte esencial de la doctrina y la praxis católicas ciertos elementos propiamente accesorios y relativos. Porque una cosa es el contenido de la Fe y otra los añadidos circunstanciales que a lo largo del tiempo y el espacio lo han ido acompañando de una u otra forma. La Iglesia, que es universal -esto precisamente significa la palabra católica-, está por encima de los sucesivos idearios y regímenes políticos que se han dado a lo largo de la Historia, con muchos de los cuales no es incompatible, y está asimismo por encima de costumbres y modas, con muchas de las cuales es también perfectamente compatible. Esto significa que para ser un católico consecuente no es necesario ser monárquico ni ser franquista -como tampoco ser republicano ni demócrata-, ni es necesario asistir exclusivamente a las misas celebradas en latín (o en catalán), ni recibir de rodillas la Sagrada Comunión, ni rechazar que las mujeres vistan pantalones o faldas por encima de la rodilla. Cuando yo era niño, todas las Misas se celebraban en latín, todos los sacerdotes de España llevaban sotana y tonsura, no se podía asistir el sábado a la Eucaristía dominical, ni nunca por la tarde, el ayuno eucarístico se extendía desde las doce de la noche anterior, todas las mujeres se colocaban un velo sobre la cabeza al entrar en las iglesias, muy pocas llevaban pantalones y ninguna se ponía un bikini en la playa o la piscina. El más elemental sentido común hace ver que los católicos españoles de hoy tenemos unos sistemas sociales y políticos, unas costumbres civiles y una liturgia diferentes a los de los católicos españoles de aquel entonces, ya no digamos a los del siglo XIV, y desde luego diferentes a los de de los actuales católicos de Portugal, Méjico, Irak o Papúa-Nueva Guinea. Dentro de la más estricta ortodoxia hay, gracias a Dios, un sano y santo pluralismo. Unos fieles están casados, otros no. Unos fuman y otros no. A unos les gusta el vino tinto, a otros el blanco y a otros no les gusta ningún vino. Cada uno reza en su idioma. Un cofrade de la Macarena será del Betis y otro del Sevilla. Los cartujos tienen como norma el silencio; los dominicos, la de predicar con ocasión y sin ella; las benedictinas, estar retiradas del mundo; los miembros del Opus Dei, santificarse en el mundo... Pero esa clase de gente más papista que el papa no entiende estas cosas. Según ella, un sacerdote sin sotana es un hereje, y un nacionalista vasco otro, y entrar en una iglesia con una blusa de manga corta una irreverencia grave, y el reparto de pantalones y camisetas es el primer paso que cualquier misionero en tierra de infieles debe dar para comenzar la evangelización. (Porque esa clase de gente entiende que lo de "vestir al desnudo", que es una de las Obras de Misericordia corporales, consiste en remediar la impudicia del prójimo, y no, como en realidad es, su desabrigo). Por eso pone el grito en el cielo porque, en la Eucaristía que celebró Juan Pablo II en su viaje apostólico a Papúa Nueva-Guinea precisamente, participaron algunas personas ataviadas con el traje tradicional del país. (Otros trajes típicos que, en circunstancias análogas, se vieron en Polonia o en Méjico no provocaron ningún rasgado de vestiduras; probablemente porque esa gente piensa que sólo se puede ser buen cristiano si se tienen costumbres occidentales). Esa clase de personas, si uno, al oír sus gritos, les recuerda que Juan Pablo II ha sido declarado oficialmente santo por la Iglesia, muy posiblemente responderán que su canonización fue ilegítima, y que su elección como Sumo Pontífice también, y lo mismo las de todos los últimos papas, y que el Concilio Vaticano II es inválido, etc. Se ve que tienen línea directa, y exclusiva, con el Espíritu Santo. En definitiva, tampoco voy a tener en cuenta las opiniones de estas personas que, más que católicas, son en realidad "hipercatólicas".
  
                                                     
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       Ateniéndonos, pues, a las opiniones ni más ni menos papistas que el papa, puede decirse que, junto a los muchos sacerdotes, religiosos y laicos católicos que se muestran, en un grado u otro, contrarios al nudismo, basándose bien en interpretaciones del capítulo 3 del Génesis o del alcance del Sexto y el Noveno de los Mandamientos del Decálogo, bien en argumentaciones filosóficas muy especulativas sobre el pudor (y casi nunca en un verdadero conocimiento de la realidad de la que se está tratando), hay también algunos sacerdotes, religiosos y laicos católicos que lo practican -rechazando, se sobrentiende, cualquier desviación inverecunda y cualquier intención sexual-[3], y, sin llegar a tanto, otros que sostienen que el pecado no está en la desnudez de los cuerpos, sino en la intención con que se manifiesta y en la mirada con que se la ve, opinión que tiene buenos apoyos en textos del Nuevo Testamento, como Mc 7, 15 ("Nada hay fuera del hombre que entrando en él pueda contaminarlo; antes bien, lo que sale del hombre es lo que contamina"), Mc 7, 20-23 ("Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen pensamientos malos, fornicaciones, robos, muertes, adulterios, avaricias, maldades, engaño, crápula, malignidad de ojos, maledicencia, soberbia, insensatez; todo estos males salen de dentro y contaminan al hombre") o Tit 1, 15 ("Para los limpios todas las cosas son limpias; mas para los contaminados y que no tienen fe, no hay nada limpio, sino que tienen contaminadas su alma y su conciencia").




Ilustraciones:


1.-El Bautismo de Cristo, Códice Ars moriendi, Marsella  (siglo XV).     2.-Cristo crucificado, Donatello.        3.-La Sagrada Familia, Joos van Cleve.



[1] Y si estoy en un error, agradeceré mucho la Caridad de quien me saque de él.
[2] Esto no tiene nada que ver, desde luego, con los exhibicionistas ni con quienes se desnudan a cambio de una remuneración para excitar sexualmente a una u otra clientela, ni tampoco con los que conciben la desnudez como un caldo de cultivo para el libertinaje sexual.
[3] Vid. Jim C. Cunningham (ed.), Nudity & Christianity (Bloomington, IN-Milton Keynes, UK, 2006), que es la gran obra de referencia sobre el nudismo católico, y en especial los trabajos de los sacerdotes David Alton y Jonathan Mueller recogidos allí. Véase también http://www.charentelibre.fr/2014/08/16/frere-jacques-le-patriarche-de montalivet, 1909778.php y https://www.sudouest.fr/2013/07/20/un-cure-chez-les-culs-nus-1119951-2964.php.









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